5/3/10

Día 53 al 57

Después del inesperado disparo del explorador elfo, el grupo decidió investigar la naturaleza de los humanoides que habían visto entrar en una cueva, en una de las caras del valle. Caminaron hacia arriba, entre árboles y arbustos, hasta alcanzar el lugar. Intentaron comunicarse con las criaturas, pero solo recibieron unos chillidos y gruñidos agudos en respuesta. Al darse cuenta de que no iban a poder sacar a lo que fuera que estuviera adentro de ahí, entraron a la caverna.



Apenas dieron unos pasos en el angosto túnel, recibieron una andanada de jabalinas, pero afortunadamente Brizinger solo recibió unos golpes superficiales. Luego tuvieron que luchar contra un lagarto enorme, del tamaño de un perro grande, que hirió a la clériga, y la falta de espacio complicó los disparos de Garaf y Thorion y los ataques del guerrero. El elfo entró al cuerpo a cuerpo, y terminó herido por más proyectiles, y luego tuvo que luchar contra media docena de sauriones, que apenas comenzaron a luchar, empezaron a despedir un olor terriblemente nauseabundo, incapacitando y dejando en vómitos a casi todo el grupo. A pesar de los esfuerzos de Piel y un Arma Espiritual convocada por Brizinger, la refriega terminó con Thorion inconsciente, y el resto del grupo huyendo como podían entre los dolores estomacales y la sensación de haber tenido que abandonar a su compañero en ese lugar.

Como estaban a un día de viaje del bosque de Júnmakin el arquero, partieron en búsqueda de su ayuda para rescatar a Thorion. El humano no lo dudó un instante, ya que el explorador era su amigo, y el grupo le había hecho favores en el pasado.

Otro día de viaje, y encontraron la caverna. Entraron, pero encontraron solo los huesos del lagarto, y un par de cámaras, una vacía y la otra con el cuerpo decapitado de un troglodita. La tercer cámara estaba ocupada por cuatro sauriones, uno de ellos de aspecto anciano y con un baston largo y extraño. Esta vez la clériga había preparado unos conjuros para quitar el mareo y la descompostura a sus compañeros, y despacharon sin demasiado problema a los reptiloides, a pesar de que el anciano en un momento rompió el bastón que llevaba y se transformó en un lagarto como con el que habían luchado anteriormente.

Tras una pared ilusoria, envuelto en una manta y junto a dos cuerpos de trogloditas, estaba Thorion, casi muerto. Luego de atenderlo, agradecer a Júnmakin, y descansar un día entero dentro de la caverna, siguieron camino hacia el complejo subterraneo donde se supone que estaba la gema que buscaban.

En el trayecto, en una zona de pequeñas colinas escarpadas, se encontraron con un simio de aspecto casi humanoide, corpulento y alto, y no se veía para nada feliz. A pesar de los intentos de Thorion por calmar a la bestia, tuvieron que luchar con él y matarlo. El guerrero sufrió un golpe terrible en el pecho, a pesar de su gruesa armadura y agradeció no tener que haber recibido un segundo golpe.