30/5/10

Día 82 al 94

Una vez despachados los arácnidos en la sala redonda (o los que estaban a la vista, al menos), el grupo continuó sus exploraciones.

Siguiendo el pasillo principal, por el que habían entrado a la sala de las arañas, se encontraron con una puerta: aparentemente la única que no abrieron en todo el lugar. La puerta era de madera reforzada bastante robusta, pero los años la habían dejado débil y podrida. La puerta estaba tapiada con pedazos de madera y tablas. El pícaro buscó trampas en las inmediaciones, sin encontrar nada. Klemsit, el guerrero, abatió las maderas que bloqueaban la puerta, y luego forzó a la misma a abrirse. Garaf el mediano entró primero. Un paso descuidado dentro de la pequeña habitación fue todo lo que se necesitaba para que un monton de bloques cayeran sobre su pequeño cuerpo, dejándolo algo magullado y adolorido. Una vez todos adentro, notaron que esta pequeña cámara tenía relieves en todas las paredes, la roca era de un color más opaco y oscuro, y el techo era incomodamente bajo: dos metros y unos centímetros más. Se imaginaron que el lugar había sido construido antes o después que el resto del complejo.Un cadáver sentado y bastante viejo de un un humanoide trasgoide yacía cerca de la puerta. No lo perturbaron.

Siguieron por el unico pasillo posible que salía de esa habitación aparte de aquel por el que habían entrado. El pasaje era muy angosto y tenía la misma altura que la habitación anterior. Se sentían sofocados. Unos metros más adelante el pasillo se abría a su izquierda. Entraron, y se encontraron con una habitación cerrada con una reja de hierro (que forzaron), dos catacumbas, y una estatua de un hombre con un bastón y una toga. En esa misma cámara, tuvieron que combatir con una sombra y otro muerto viviente, corporeo, y que poseía la capacidad de paralizar a sus victimas con un mero toque. Fue un combate dificil, especialmente porque la sombra no podía ser impactada con armas normales. Algo de energía positiva y expulsiones de parte del clérigo lo solucionaron. Registraron el lugar en búsqueda de algun botín, pero solo encontraron una gran llave de hierro colgada de la estatua.

En este punto debatieron si descansar o seguir, ya que estaban algo heridos, el clérigo había agotado casi todo su poder mágico, y no sabían a ciencia cierta que se iban a encontrar más adelante. Finalmente se decidieron por descansar un par de horas hasta la medianoche (la hora en la que el clérigo recuperaba sus poderes). Recuperado el aliento y la capacidad mágica del grupo, avanzaron.

Esta decisión los llevó a una puerta al final del pasillo del que habían venido, de hierro macizo, muy robusta y antigua. Sobre el portal se leía "Aquí yace Ordol el Astuto". Probaron abrir con la llave que habían encontrado hacía poco, y tuvieron éxito.

La habitación en la que se encontraban ahora era bastante más grande que las otras dos, y tenía tres sarcófagos sobre tres paredes distintas: una a su derecha, una a su izquierda, y otra al frente de ellos. Cada una tenía una especie de escultura o relieve en el frente. La de la izquierda tenía la de un enano con una espada a dos manos, la de la derecha la de un humano o semi-elfo con un arco largo, y la del centro la de un humano en pesada armadura, con un escudo en forma de "lágrima",y una maza de armas de aspecto brutal.

El pícaro avanzó para examinar esta última cripta, mientras Piel Klemsit le sostenía una antorcha y lo seguía por detrás. Cuando Garaf tocó la fría piedra de la catacumba, las tres tapas de lós sarcófagos salieron despedidos algunos metros hacia adelante, con fuerza, lastimando un poco a el mediano y al guerrero. Una fría niebla salía de los hoyos ahora visibles en las paredes, y al instante dos esqueletos salieron al ataque: un enano con una espada, y una figura poderosa con una maza que tenía unas "venas" verdes que brillaban de manera lúgubre. Del agujero de la derecha salió una flecha que hirió al clérigo.

La batalla fue terrible, y los aventureros se llevaban las de perder: el clérigo solo logró juntar suficiente poder para expulsar al esqueleto del guerrero enano por un tiempo, el muerto viviente de la maza era increíblemente diestro en el combate,y su escudo era grueso, como su armadura. El esqueleto arquero se enfrascó en combate cuerpo a cuerpo con el elfo, que fué a buscarlo con su hacha a dos manos, pero se vió rapidamente superado por el guerrero óseo.

Al borde de la muerte, sin capacidad de curarse, y sin esperanzas de destruir a las viles criaturas, decidieron escapar: Piel y Dûor mantuvieron ocupado al esqueleto de la maza, al mismo tiempo, Thoriom el elfo contenía al arquero como mejor podía, todo esto mientras el clérigo y el pícaro escapaban; luego se retiró el elfo, luego el enano, y finalmente el guerrero humano, que casí saltó al pasillo mientas Thoriom cerraba la puerta y la aseguraba con la llave. Por primera vez se vieron total y completamente superados, aunque su orgullo no estaba mellado: habían golpeado bastante a los esqueletos.

De todas formas, la derrota fue un duro golpe para la moral del grupo, por lo que decidieron ir a la vieja Mence para vender algunas cosas, comprar otras, y decidir que hacer proximamente. Cruzaron las montañas sin problemas, el viaje duró casi dos semanas. Finalmente, Mence aparecía nuevamente en el horizonte.

25/5/10

Día 70 al 82

Una vez terminado el entierro de Brizinger, la clériga, el remanente del grupo partió por sobre las montañas nuevamente hacia Mence.

En el pueblo, vendieron algunas cosas que recuperaron del último saqueo del complejo subterraneo, y reclutaron a dos nuevos miembros para la compañia: Dûor, un enano perteneciente a uno de los extraños y lejanos clanes tribales del norte, y un humano de aspecto jovial y algo embaucador, según él, un clérigo de Olidammara, la deidad del vino, las mujeres, la música, patrono de todos los bardos y juglares, ladrones y trotamundos. Por algún motivo, se negó a revelar su nombre por ahora.

Finalizada la compra de víveres para el viaje, volvieron al monasterio bajo tierra. Comenzaron recorriendo los pasillos y las cámaras ya conocidas. En una de ellas el guerrero activó una trampa de bloque oscilante, que lo hirió moderadamente; encontraron en la misma un cofre con muchas monedas de plata, y vieron a un ente incorporeo, que fue rapidamente expulsado por el clérigo, forzándola a huir.

La siguiente cámara parecía haber estado bajo trabajo hasta hace un tiempo, ya que una de las paredes estaba picada,y montones de piedras se amontonaban en las esquinas. En la pared picada había un pequeño agujero que llevaba hacia otro lugar desconocido. Encadenados a las paredes de la pequeña habitación habían una docena de kobolds muertos, sin heridas a la vista, probablemente muertos de hambre. Cuando el grupo se disponía a abandonar el lugar, los cadáveres se alzaron gruñendo y arañando al aire, incapaces de escapar de los grilletes que los mantuvieron en esas posiciones hasta la muerte. Luego de una expulsión, varios golpes, y de que los zombis escaparan de sus cadenas, la escaramuza termino sin más.

El grupo continuó sus exploraciones y dieron con unangosto pasillo, de techo tan alto que no se veía, y que a medida que avanzaban notaban que tenía más y más telarañas. Bultos de aspecto lúgrube colgaban en las penumbras, allá arriba. Cuando llegaron a una puerta de madera podrida y entre abierta, ya se imaginaban quién habitaba esta parte del lugar. La habitación tenía una forma circular, bastante grande,y nuevamente un techo que se perdía en la negrura.En total silencio, dos arañas del tamaño de un caballo comenzaron a descender por las paredes, y otras cuatro, de dimensiones parecidas a las de un perro, aparecieron por el techo del pasillo, el cual fue cubierto por el enano mientras sus compañeros batallaban a sus espaldas. Las flechas Thamior el elfo, y los virotes del pícaro Lunablanca hirieron de gravedad a los arácnidos de mayor tamaño. Un Arma Espiritual invocada por el clérigo, y la poderosa espada del guerrero terminaron el trabajo. No había más nada de interés en ese lugar.

21/5/10

Dia 57 al 70

El grupo siguió su viaje sin problemas hacia el oeste, al monasterio subterraneo nuevamente.

Ya en la entrada podían sentir el olor a putridez desde adentro, el cuerpo del ogro que habían abatido tiempo atrás ya no estaba allí, ni los de los grandes trasgos. Dejaron al animal de tiro con el mercenario afuera, dandole la órden de que se esconda en los árboles cercanos. Entraron por el largo y oscuro pasillo.

Exploraron habitaciones nuevas, y se encontraron que bajo un monton de basura habia una madriguera de ratas, cientos de ellas salieron a raudales y le mordían los píes a quien se metiera en su camino. Afortunadamente, con unos golpes y algo de fuego las ahuyentaron.

En un punto llegaron a una pequeña cámara, que parecía haber servido de dormitorio para los belicosos trasgos a los que el grupo había dado muerte. Un par de carcasas con algo de armadura se pudrían en las esquinas. Cuando dieron unos pasos adentro, cayeron del techo unas criaturas parecidas a orugas, pero con un extraño exoesqueleto blando, de color verde-amarillento enfermizo, su tamaño se asemejaba al de un burro. Tenían unos tentáculos que paralizaban la carne,y la dejaban dura y fría. También tenían una mandíbula bastante grande, y los dientes estaban llenos de sangre y restos de carne y tela. Estas criaturas eran carroñeras protegiendo su comida.




La emboscada dejó al grupo mal parado, y tuvieron que pelear en la entrada a la habitación, con el pasillo a sus espaldas. Fue una pelea dura, algunos se vieron paralizados de a momentos. Justo cuando parecía que la victoria estaba cerca, dos criaturas, de aspecto serpentino, con cuatro tentáculos anchos alrededor de un pico negro y de aspecto filoso, y cuerpos de un tamaño bastante apabullante, se acercaron por detrás del grupo, por el pasillo, aparentemente atraídas por el ruido. La clériga se vio atacada por la espalda,y el grupo estaba intentando dar muerte a las primeras criaturas, sin mucho éxito. Para peor, las segundas criaturas tenian una piel bastante extraña, ya que aun cuando les pegaran con mucha fuerza, sus carnes parecian retroceder y volver a acomodarse, sin tomar daño alguno. Finalmente, Brizinger cayó bajo los golpes de sus atacantes, cayendo inconsciente al suelo. No hubo mucho tiempo para salvarla, puesto que segundos después de su caída, las criaturas de pico afilado, tan dificiles de matar, le cortaron el cuello y devoraron parte de su carne. El grupo quedó paralizado de terror, pero las criaturas no amainaban. Fue una batalla dura, y una de ellas intentó escapar con el botín (el cadaver de la clériga), pero el grupo logró darle muerte a todos los carroñeros y cazadores del lugar.


Sin mucha ceremonia, salieron afuera y enterraron el cuerpo de su mutilada compañera. Volvieron a Mence, por sobre las montañas, para meditar sus siguientes pasos, y, de ser posible, para conseguir más músculo para sus aventuras en el futuro.