25/5/10

Día 70 al 82

Una vez terminado el entierro de Brizinger, la clériga, el remanente del grupo partió por sobre las montañas nuevamente hacia Mence.

En el pueblo, vendieron algunas cosas que recuperaron del último saqueo del complejo subterraneo, y reclutaron a dos nuevos miembros para la compañia: Dûor, un enano perteneciente a uno de los extraños y lejanos clanes tribales del norte, y un humano de aspecto jovial y algo embaucador, según él, un clérigo de Olidammara, la deidad del vino, las mujeres, la música, patrono de todos los bardos y juglares, ladrones y trotamundos. Por algún motivo, se negó a revelar su nombre por ahora.

Finalizada la compra de víveres para el viaje, volvieron al monasterio bajo tierra. Comenzaron recorriendo los pasillos y las cámaras ya conocidas. En una de ellas el guerrero activó una trampa de bloque oscilante, que lo hirió moderadamente; encontraron en la misma un cofre con muchas monedas de plata, y vieron a un ente incorporeo, que fue rapidamente expulsado por el clérigo, forzándola a huir.

La siguiente cámara parecía haber estado bajo trabajo hasta hace un tiempo, ya que una de las paredes estaba picada,y montones de piedras se amontonaban en las esquinas. En la pared picada había un pequeño agujero que llevaba hacia otro lugar desconocido. Encadenados a las paredes de la pequeña habitación habían una docena de kobolds muertos, sin heridas a la vista, probablemente muertos de hambre. Cuando el grupo se disponía a abandonar el lugar, los cadáveres se alzaron gruñendo y arañando al aire, incapaces de escapar de los grilletes que los mantuvieron en esas posiciones hasta la muerte. Luego de una expulsión, varios golpes, y de que los zombis escaparan de sus cadenas, la escaramuza termino sin más.

El grupo continuó sus exploraciones y dieron con unangosto pasillo, de techo tan alto que no se veía, y que a medida que avanzaban notaban que tenía más y más telarañas. Bultos de aspecto lúgrube colgaban en las penumbras, allá arriba. Cuando llegaron a una puerta de madera podrida y entre abierta, ya se imaginaban quién habitaba esta parte del lugar. La habitación tenía una forma circular, bastante grande,y nuevamente un techo que se perdía en la negrura.En total silencio, dos arañas del tamaño de un caballo comenzaron a descender por las paredes, y otras cuatro, de dimensiones parecidas a las de un perro, aparecieron por el techo del pasillo, el cual fue cubierto por el enano mientras sus compañeros batallaban a sus espaldas. Las flechas Thamior el elfo, y los virotes del pícaro Lunablanca hirieron de gravedad a los arácnidos de mayor tamaño. Un Arma Espiritual invocada por el clérigo, y la poderosa espada del guerrero terminaron el trabajo. No había más nada de interés en ese lugar.

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